Empleo: ¿Fundamento del ser humano? Divagación breve sobre lo que el empleo implica en nuestra sociedad

Hace poco pude acabar de leer la obra de José Saramago «La caverna», basada en el «Mito de la caverna» de Platón, y me ha llegado a crear la siguiente duda:

¿Hasta qué punto es el trabajo importante en la vida de la persona?

Cada vez que le doy vueltas a ello, más siento las convenciones sociales que hay detrás de este tópico. Por un lado, nos podemos encontrar frases típicas como «El trabajo dignifica al hombre» (Karl Marx), o «Arbeit macht frei» («El trabajo libera»), como pone en el cartel de entrada de Auschwitz. Pero por otro, el individuo estándar suele tender a quejarse de tener que trabajar cuando tiene tareas en mente; lo cual nos muestra una vez más la capacidad que tenemos las personas para caer en contradicciones como estas.

Puerta de entrada de Auschwitz
(Fuente: Pixabay)

Pero, ante esta duda, el libro de Saramago plantea la siguiente tesitura: ¿qué ocurriría si, por algún casual, nuestro trabajo deja de ser «importante, necesario» para la sociedad? O dicho de otra manera más directa:

¿Qué pasaría si lo que creamos, elaboramos, no vale para nada?

Suena un poco fuerte, pero debemos recordar en qué situación nos encontramos. Echando un vistazo rápido por encima a los posts de este mini-blog, me encuentro, por ejemplo, con dos conceptos que pueden llegar a provocar este sentimiento dentro de más bien poco, que son:

  1. La conducción autónoma y
  2. La inteligencia artificial.

La primera, afectando directamente al transporte, podrá provocar que taxistas, chóferes, etc. se vean ninguneados. La segunda, al ser más genérica, tendrá efecto en distintas áreas: codificación, abogacía, medicina, etc. ¿Cómo? Viendo el alcance del desarrollo actual, solo puedo afirmar que afectando a los trabajos más precarios en dichos ámbitos. Es decir, en caso de que haya un programa que pueda autogenerar líneas de código válidas, no será necesario el becario de turno recién salido de la facultad que pique código que no suponga un esfuerzo mental al uso. Por otra parte, tampoco será necesario el rol del becario en despacho de abogado que deba rebuscar entre grandes montañas de textos legales o dar detalles importantes para la resolución de un caso, tal y como puede indicarnos esta noticia.

Entonces, se supone que con las mejoras tecnológicas, lo lógico debería ser una reducción de la precariedad del empleo, ¿no? Sí, pero la realidad es distinta. Una demostración expresa de esta realidad es la que sufrimos los universitarios a la hora de buscar nuestros primeros empleos, tal y como muestra esta petición de Change.org.

Es claro que la tecnología, en este momento de crecimiento «exponencial», se encuentra varios años por delante de la realidad. Los casos anteriores que he mencionado ya son tecnología existente, pero aún falta que se extiendan al mercado y se normalice su uso. Pero…

¿esto qué implicación tiene?

Por un lado, que una persona pueda elegir adentrarse en una rama del conocimiento de una manera relativamente profunda (véase una carrera universitaria con maestría, doctorado; añadidle todos los apellidos que queráis). Por otro, que no pueda llevar dicho conocimiento acto seguido a la práctica, debido a sus necesidades económicas y a la falta de tejido empresarial de calidad que permita soportar estos puestos de trabajo. Entonces, lo que se nos crea es una situación de empleados sobrecualificados para con la labor que realizan; o sea, el caso del doctor en Física (por decir algo) que está en un McDonald’s.

Además, se crea el caso de la persona (tomaré el ejemplo de Saramago: una familia de alfareros) que ha tenido desde siempre una profesión sencilla, pero que debido a que la gente ya no compra lo que produce, el trabajo que realiza no le produce rentabilidad. O sea, que no vale para nada. Entonces, ¿podremos decir que el trabajo del alfarero lo está «dignificando»? O simplemente, ¿no tiene la opción para dignificarse como por ejemplo el doctor en Física? Suena injusto a todas las luces.

Por ello, y sin querer defender la ley del mínimo esfuerzo que he estado criticando en el post anterior, lo que siento es que el concepto de trabajo debe ser desligado de una serie de etiquetas y preceptos que tomamos como normales en nuestro subconsciente. Y no por mero gusto personal, sino porque como no se haga, el conjunto de la sociedad no va a poder entender las medidas de tipo económico y social que se van a dar en los próximos años. Porque ante todo, la empresa busca una reducción de costes y un aumento de la rentabilidad, y la mayoría de ellas aplicarán eso cuando puedan, aunque implique «reestructuraciones de plantilla» o instalar una máquina que haga lo mismo que varios empleados en menos tiempo.

Operarios trabajando
(Fuente: Pixabay)
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