Hace varios días, estuve participando en una pequeña grabación para un trabajo de un amigo, que tenía que ver sobre mi concepción de la idea de «bullying» o acoso escolar. Para ello, él propuso una serie de preguntas, entre otras, «¿Qué era para nosotros el acoso escolar?» o «¿Cómo se podría reaccionar ante este hecho?». Así pues, a la hora de platicarle sobre este asunto, tuve la idea de decirle algo similar a lo siguiente:
Es cierto que este tipo de casos son horribles, pero sabiendo que la persona es mala por naturaleza, podremos minimizar el porcentaje de sucesos que ocurran en este ámbito. Sin embargo, no podremos llegar a erradicarlo por completo, ya que los niños/adolescentes no suelen tender a matizar sus palabras.
Y claro, la reacción que vi en las caras de mis oyentes fue de sorpresa: al fin y al cabo, que alguien te venga diciendo que la persona es mala per se causa un pequeño shock en este mundo perfecto con colorines e imágenes llamativas por todas partes. De hecho, una amiga me preguntó: ¿Realmente piensas eso?, y yo, con algo de certeza en aquel momento, le dije que sí.
(INCISO: Si alguien está interesado en dar un paso para hacer algo en contra del Bullying en los centros españoles, sería un pequeño pero relevante detalle firmar la siguiente petición)
De todos modos, he estado dándole alguna que otra vuelta al tema, y realmente, dudo bastante que sea un hecho que se pueda polarizar al estilo de Plauto o Hobbes. Esta reflexión empezó a resonar más fuerte en mi cabeza cuando escuché la opinión de un pragmático amigo al respecto. Según él, la persona está prácticamente limitada por su ignorancia, con lo que hay un cúmulo de decisiones que nosotros tomamos o dejamos de tomar, por el simple hecho de que no sabemos. Por poner un caso un poco extremo pero que me sucedió hace varios años, hablando con una persona en un contexto distendido llamamos «subnormal» a un Síndrome de Down, cuando no sabemos que nuestro interlocutor tiene un familiar directo que es un Síndrome de Down. Pues, lo normal sería que nos diera, como poco, una bofetada en el acto.
Por lo tanto, conociendo su punto de vista, él mismo me decía que este pensamiento podría llegar a ser criticable, por el uso a mala leche de la tecnología en momentos de guerra, o en casos en los que una persona quiere vengarse por una tragedia particular que haya sufrido. Es cierto. Pero llegar a afirmar de esos casos concretos que la persona es mala es algo que cada día me cuesta más hacer.
Lo que sí es cierto, y es algo que he estado notando últimamente, es que mi concepción de que la persona es mala era una idea algo menos elaborada que ésta que menciono; es más, se podría entender como una reacción a tendencias buenistas o idílicas que parece que se nos quieren vender hoy en día. Pero sin embargo, cada día percibo que todas las personas tienen sus buenos y malos momentos (unas con proporciones distintas a otras), pero no puedo llegar a decir que una persona sea absolutamente mala o absolutamente buena; es parte de nuestra imperfección humana. Además de que el mero hecho de «bueno» o «malo» ya es relativo, puesto que para juzgar algo como tal nos basamos en una moral concreta, que ya tiene al fin y al cabo una serie de ideas preconcebidas y establecidas sobre las cosas.
En resumen, aplicado a mi mundillo, creo que puedo admitir que lo mejor es llegar a conocer a aquellas personas que te rodean antes de llegar a juicios absolutos sobre ellas, y como nos decía un ponente en una charla de víctimas del terrorismo que tuvimos en la universidad:
Debemos seleccionar cuidadosamente, y posteriormente, quedarnos con los testimonios y relatos de la gente que nos rodea, puesto que éstos son los que acaban finalmente forjando nuestra identidad.